El Secreto de la Sonrisa de Nahuel

por Nahuel Sanchez
13 abr 2025
El Secreto de la Sonrisa de Nahuel

Había una vez un niño llamado Nahuel que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Nahuel era conocido por su sonrisa brillante que iluminaba cualquier lugar al que iba. Siempre estaba riendo y jugando con sus amigos, y su alegría era contagiosa.

Sin embargo, a medida que Nahuel crecía, algo cambió. Cuando cumplió 14 años, su sonrisa comenzó a desvanecerse. Sus amigos y su familia notaron que Nahuel ya no reía como antes. Se había vuelto serio, incluso cuando estaba jugando al baloncesto, su deporte favorito, en la categoría U15.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Nahuel se encontró con un anciano sabio que vivía en una cabaña escondida entre los árboles. El anciano, al ver la expresión seria de Nahuel, le preguntó: "¿Por qué has perdido tu sonrisa, joven Nahuel?".

Nahuel suspiró y respondió: "No lo sé, simplemente ya no siento la misma alegría que antes. Todo parece más complicado ahora que soy mayor".

El anciano sonrió amablemente y le dijo: "A veces, cuando crecemos, olvidamos las cosas simples que nos hacían felices. Pero la felicidad está siempre a nuestro alrededor, solo necesitamos aprender a verla de nuevo".

Intrigado, Nahuel decidió seguir el consejo del anciano. Comenzó a prestar atención a las pequeñas cosas que solían hacerle feliz: el canto de los pájaros, el sonido del río, el aroma de las flores en primavera. Poco a poco, Nahuel empezó a recordar lo que era sonreír.

Un día, mientras jugaba un partido de baloncesto, Nahuel notó algo diferente. Cuando encestó un tiro, sintió una chispa de alegría que no había sentido en mucho tiempo. Sus amigos lo animaron y, por primera vez en meses, Nahuel sonrió de verdad.

Después del partido, Nahuel se dio cuenta de que su sonrisa no se había ido, solo estaba escondida, esperando a que él la encontrara de nuevo. Se dio cuenta de que, aunque las cosas podían ser complicadas a veces, siempre había razones para sonreír.

Desde ese día, Nahuel volvió a ser el niño alegre que todos conocían. Aprendió que la felicidad no siempre es fácil de encontrar, pero que vale la pena buscarla. Y así, con su sonrisa recuperada, Nahuel siguió jugando al baloncesto y disfrutando de la vida con sus amigos y familia.

El anciano sabio tenía razón: la felicidad estaba siempre a su alrededor, y Nahuel había aprendido a verla de nuevo.

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