Tiziano y sus Diez Tesoros de Colores

En una casita llena de alegría, vive un niño muy especial llamado Tiziano. Le encanta jugar con diez pequeños peces de madera. ¡Cada uno tiene un color único y un nombre muy querido!
Su pececito Amarillo es su favorito, ¡como un solecito brillante! Tiziano lo abraza y dice: '¡Eres mi amarillo, como yo!' El pez Azul es su papá, fuerte como el mar. Cuando Tiziano lo ve, piensa en los juegos en sus hombros. '¡Azul como papá, el más fuerte!', exclama. La pececita Rosa es su mamá, suave como una flor. Tiziano le da un besito y dice: '¡Rosa como mamá, que me da mucho amor!'
El pez Naranja es su abuela, dulce como una naranja jugosa. '¡Naranja como la abuela, que siempre me da cosquillas!', ríe Tiziano. El pez Verde es su tata (abuelo), sabio como un árbol grande. Tiziano lo mira y piensa: '¡Verde como el tata, que me enseña a caminar!'
El pez Rojo es su hermano, ¡a veces rápido como un rayo! '¡Rojo como mi hermano, con el que me gusta jugar!', dice Tiziano mientras alinea los peces. El pez Violeta es Simba, su perro juguetón. '¡Violeta como Simba, que mueve mucha la colita!', dice Tiziano imitando el movimiento de un perrito.
El pez Gris es Mateo, su primo divertido. '¡Gris como Mateo, con el que me escondo muy bien!', susurra Tiziano, tapando el pececito con su mano. Y también están el pez Celeste (Draco) y el pez Verde claro (tío abuelo). '¡Cada uno de mis diez peces de colores me recuerda a alguien que quiero mucho! ¡Qué lindo es tener tantos tesoros de colores!', piensa Tiziano, dándoles un beso a todos sus pececitos.
Tiziano adoraba sus peces. No eran solo juguetes, eran recuerdos. Cada color, cada nombre, lo transportaba a un momento especial con la persona que representaba. Una tarde, mientras jugaba, Tiziano notó algo extraño. ¡El pez amarillo no estaba! Buscó debajo de la cama, detrás del armario, incluso dentro de su caja de juguetes, pero nada. El pez amarillo, su solecito brillante, había desaparecido.
Estaba muy triste. El pez Amarillo le recordaba a sí mismo, a su alegría y energía. Sin él, sentía que le faltaba un pedacito de su corazón. Buscó por toda la casa, preguntando a su mamá, a su papá, incluso a Simba, pero nadie lo había visto. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se sentó en el suelo, abrazando a los peces restantes. '¿Dónde estás, Amarillo?', susurró.
De repente, Simba comenzó a ladrar y a mover la cola con entusiasmo. Corrió hacia la ventana y comenzó a rascar el cristal. Tiziano se levantó y miró por la ventana. ¡Allí estaba! El pez Amarillo estaba en el jardín, atrapado entre las ramas de un rosal. Probablemente se había caído por la ventana mientras jugaba.
Con cuidado, Tiziano salió al jardín y rescató a su pez Amarillo. Lo limpió con su manga y lo abrazó con fuerza. '¡Te encontré!', exclamó, aliviado. Corrió de vuelta a la casa y reunió a todos sus peces. Los alineó en el suelo y les dio un beso a cada uno. 'Nunca más los dejaré solos', prometió.
Esa noche, antes de dormir, Tiziano colocó a todos sus peces debajo de su almohada. Se sintió feliz y agradecido de tenerlos. Sabía que cada uno de ellos era un tesoro especial, un recordatorio del amor y la alegría que lo rodeaban. Y aunque a veces las cosas se pierden, siempre hay esperanza de encontrarlas, especialmente cuando tienes amigos y familia que te quieren.
Desde ese día, Tiziano cuidó aún más de sus diez tesoros de colores. Siempre los mantenía juntos y los llevaba consigo a todas partes. Sabía que mientras tuviera sus peces, siempre tendría un pedacito de su familia y amigos cerca de su corazón. Y así, Tiziano siguió jugando y riendo, rodeado de sus diez tesoros de colores, en su casita llena de alegría.
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