El Dragón Sabio del Bosque Mágico

En un rincón escondido del Bosque Mágico, donde los árboles susurraban secretos y las flores cantaban al amanecer, vivía un dragón muy especial llamado Drago. Pero Drago no era un dragón común; no escupía fuego ni volaba por los cielos. En cambio, Drago era conocido por su sabiduría y su amor por los libros.
Un día, un grupo de niños del pueblo cercano decidió aventurarse en el Bosque Mágico. Habían oído historias sobre el dragón sabio y querían conocerlo. Entre ellos estaban Ana, una niña curiosa que siempre hacía preguntas, y Tomás, un niño que adoraba las aventuras pero no le gustaba mucho estudiar.
Al llegar al claro donde vivía Drago, los niños se sorprendieron al ver una cueva llena de libros de todos los tamaños y colores. Drago los saludó con una sonrisa cálida y les invitó a entrar. "Bienvenidos, pequeños aventureros. ¿Qué los trae por aquí?", preguntó Drago con su voz profunda y amable.
Ana, con sus ojos brillantes de emoción, respondió: "Queremos aprender de ti, Drago. Nos han dicho que eres muy sabio". Tomás, un poco más tímido, agregó: "Sí, pero a veces estudiar es aburrido".
Drago rió suavemente y dijo: "Ah, pero estudiar no tiene por qué ser aburrido. Es como una gran aventura. Permítanme mostrarles". Con un movimiento de su cola, Drago sacó un libro mágico que flotó en el aire. "Este es el Libro de los Misterios del Bosque", explicó. "Cada página tiene un enigma que resolver".
Los niños se acercaron, intrigados. La primera página mostraba un dibujo de un árbol con hojas de colores extraños. "Este es el Árbol de los Colores Perdidos", dijo Drago. "Para resolver el misterio, deben encontrar qué colores faltan y por qué".
Ana y Tomás se miraron, emocionados. "¡Vamos a buscar!", exclamó Ana. Juntos, recorrieron el bosque, observando cada árbol y sus hojas. Pronto, se dieron cuenta de que el árbol del dibujo tenía hojas de todos los colores del arcoíris, excepto el azul.
Regresaron a la cueva de Drago y le contaron su descubrimiento. "Muy bien", dijo Drago, asintiendo con aprobación. "¿Y por qué creen que falta el azul?". Tomás pensó por un momento y luego dijo: "Tal vez porque el cielo es azul, y el árbol quiere que miremos hacia arriba para ver lo hermoso que es".
Drago sonrió ampliamente. "Exactamente, Tomás. A veces, las respuestas están justo sobre nosotros, solo necesitamos mirar con atención".
Con cada página del libro, los niños enfrentaron nuevos desafíos. Aprendieron sobre las estrellas que guiaban a los viajeros, sobre los ríos que cantaban canciones antiguas y sobre las flores que bailaban con el viento. Cada enigma les enseñaba algo nuevo y les mostraba que estudiar podía ser tan emocionante como cualquier aventura.
Al final del día, Ana y Tomás se despidieron de Drago, agradecidos por las lecciones aprendidas. "Gracias, Drago. Ahora sabemos que estudiar es como explorar un mundo lleno de maravillas", dijo Ana.
"Y que cada pregunta es una puerta a un nuevo descubrimiento", agregó Tomás, sonriendo.
Drago los despidió con un guiño. "Recuerden, pequeños aventureros, el conocimiento es el tesoro más grande de todos. Y siempre estaré aquí, en el Bosque Mágico, listo para ayudarlos a encontrarlo".
Con el corazón lleno de alegría y la mente rebosante de ideas, Ana y Tomás regresaron a casa, ansiosos por compartir sus aventuras con los demás niños del pueblo.
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